jueves, 5 de agosto de 2010

Paco el flaco.

     Paco aparece y desaparece como por arte de magia. Paco es pequeño.  A lo sumo tendrá unos doce o trece años, pero sus ojos le delatan:  es tan viejo como el primer hombre que pisó este mundo, y lleva sobre sus caidos hombros todo el peso de los errores de la humanidad.  Paco el flaco, le dicen los que le han visto.  La mayoría de las personas que con él se tropiezan, de su lado se apartan asqueados, sin volverle a mirar.  Paco es flaco, y pobre, y desnutrido, y enfermo.  Sus ojos son oscuros y sus facciones son las de los indios de mi tierra.  Posee unos muy blancos y grandes dientes de conejo, pero cuando él con ellos sonríe, sus ojos vuelven a traicionarle.  Paco no es feliz.  Paco vive en la calle.  Paco es un niño de la calle.  Paco no es su verdadero nombre.  No sé su verdadero nombre, y cuando se lo pregunto, dice que no se acuerda.  ¿Dónde naciste?, le pregunto.  Aquí, me contesta con tristeza.  ¿Y tus padres?  No sé, por allí, me dice.  ¿Tienes hermanos, chico?, quiero saber.  No responde, pero levanta los hombros. ¿Dónde duermes?, me intereso. No acepta más preguntas. Tengo hambre, me dice. ¿Quieres un pan?  No, quiero dinero, me aclara.  Con dinero compro olvido, y con olvido me conformo, termina.  Le doy un pan y espero hasta que se lo come todo. Paco se va, pero sé bien que volverá, una y otra vez, y otra vez.  La gente le dará olvido, y con olvido lo borrará, como se borra una mancha molesta de un traje de fiesta.  Paco está triste.  Hoy también el cielo está triste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario